Por Jaime Ramos Méndez
En el Manifiesto que ha dado a conocer el movimiento social Defenza (Defensa de Zamora Agrícola) se establece, como un aspecto fundamental de su Propósito General, la protección del patrimonio natural de nuestro valle, especialmente el dedicado a la agricultura.
El primer sustento del manifiesto es histórico. La fertilidad del valle de Zamora está muy bien documentada. La declaración de Alexander von Humboldt, célebre naturalista y explorador alemán quien visitó México y nuestra región en el siglo XIX y escribió en uno de sus reportes que este valle zamorano es “ejemplo de fertilidad bien admirable”, como lo consigna don Luis González y González en su monografía Zamora.
Además de la obra de don Luis, en El Colegio de Michoacán se han realizado otras investigaciones que documentan ampliamente la forma en que el desarrollo socioeconómico se ha dado en esta región siempre de la mano de las actividades agrícolas. Citemos, como ejemplos, la realizada por Gustavo Verduzco Igartúa, publicada en su libro Una ciudad agrícola: Zamora. Del porfiriato a la agricultura de exportación; la realizada por Jesús Tapia Santamaría y publicada en su libro Campo religioso y evolución política en el Bajío zamorano, y la realizada por Gladys Lizama Silva, publicada en su libro Zamora en el porfiriato. Familias, fortunas y economía.
La historia de la agricultura zamorana, contada en dos o tres patadas, puede dividirse en la que ocurrió en la región, especialmente en el valle de Zamora, antes del porfiriato, durante el porfiriato y en la etapa más contemporánea del auge en cultivos como la fresa y la papa, con el complemento de otros cultivos que permitieron hasta tres ciclos agrícolas al año.
Hasta antes el porfiriato nuestra agricultura se desarrolló con la expansión del sistema de haciendas que encontró su auge en el cultivo de granos, especialmente maíz y trigo. Durante el porfiriato, el desarrollo de Zamora no se explica sin la familia García Martínez. Francisco, su primogénito, fue presidente del Ayuntamiento de Zamora y luego senador por Michoacán. Gracias a sus buenas relaciones en la ciudad de México, logró gestionar, entre otras muchas cosas, la construcción del sistema ferroviario en la región y su conexión a la importante vía entre Guadalajara y México, lo que permitió a todos los productores zamoranos sacar sus cosechas hacia los mercados más importantes del país.
Ya en el terreno no de la distribución sino de la producción agrícola, también se logró que en el valle de Zamora se construyera una infraestructura hidráulica de riego que potencializó al máximo la calidad de sus tierras. Hablamos principalmente del actual Río Nuevo, que divide a los municipios de Zamora y Jacona y que durante muchos años se conoció como Canal de Zapadores debido a que es una desviación artificial del cauce natural del río Duero, excavada a pico y pala por un piquete de soldados del ejército de Porfirio Díaz conocido, precisamente, como zapadores.
El sistema de riego incluyó a los canales que ahora conocemos por los cuatro puntos cardinales del valle, presas y represas, y todo lo indispensable hasta alcanzar la enorme ventaja de entarquinar las parcelas como un efectivo y económico sistema de fertilización natural de las tierras de cultivo.
Al lado de esta economía agrícola tan próspera, floreció la ciudad porfiriana de la cual todavía se conservan algunas joyas de su patrimonio arquitectónico. Fieles a la vocación religiosa católica de su época, los agricultores zamoranos financiaron la construcción de magníficos templos, señoriales casonas y mercado construido con tecnología de punta a escala mundial. El comercio se diversificó en productos y convirtió a la ciudad en un centro de abastos para una amplísima región del occidente de Michoacán y del país. El terreno también fue propicio para la aparición de oficios y servicios profesionales que hicieron de Zamora un punto de referencia en temas como el de la medicina, por ejemplo.
Luego de una revisión histórica, que para fortuna nuestra está muy bien documentada, no podemos sino concluir que verdaderamente nuestra agricultura es la célebre gallina de los huevos de oro, y que matarla es un crimen porque no debemos negar a las nuevas generaciones de zamoranos la herencia que nosotros mismos heredamos de nuestros ancestros. Así como este pasado de prosperidad fue nuestro, así también debe ser de ellos, nuestros hijos, nietos…
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