viernes, 13 de septiembre de 2013

Monografía publicada por la Secretaría de Educación Pública documenta la fertilidad de las tierras en el valle de Zamora




En 1980 la Secretaría de Educación Pública editó una colección de Monografías Estatales. Presentamos la correspondiente al estado de Michoacán en las secciones en que desarrolla la temática de la Región Occidental a la que llama como "Valles de Zamora". En la Monografía se puede apreciar la mano de don Luis González y González, colaborador de este proyecto. Información que él mismo desarrollará de forma más extensa en su monografía "Zamora".






Los Valles de Zamora



La región michoacana más fértil desde
el punto de vista del agricultor
recibe
los nombres de Noroeste Michoacano,
Distrito Lerma-Chapala, Tierra de Valles,
Región de Ciénega y Bajío Zamorano.
 

Cubre el 12% de la superficie de Michoacán.
A sus 7 500 kilómetros cuadrados colaboran
parte de 26 municipios: Briseñas, Chavinda,
Chilchota, Churintzio, Ecuandureo, lxtlán,
Jacona, Jiquilpan, La Piedad, Marcos Castellanos,
Nicolás de Régules, Numarán, Pajacuarán,
Penjamillo Purépero, Sahuayo, Tangamandapio,
Tangancícuaro, Tanhuato, Tlazazalca,
Venustiano Carranza, Vista Hermosa,
Yurécuaro, Zacapu, Zamora y Zináparo.

La componen valles separados entre sí
por cadenas de montañas que tienen
más de 2000 metros de altitud.

La mayoría de los valles está entre
1,500 y 1,800 metros de altitud.
 

No todos son de las mismas
dimensiones.

El Bajío de Zamora es una combinación
de llanos y cerros. Como en las otras regiones
de Michoacán, sus límites no están bien definidos,
pero les caracteriza un relieve menos montañoso
y más tierras planas
.

Desde el punto de vista geológico, pertenece
a una etapa de pujante volcanismo
en la que
se produjo la porción montañosa.

A intensos chaparrones atribuyen la formación de
las lagunas de los diversos bajíos guanajuatense,
moreliano y de Zamora), de los ciénegas y lagos
que hubo o que todavía hay en el sur
de Guanajuato y en el norte de Michoacán.

Hasta épocas recientes el Bajío de Zamora
era un solo lago
con largas islas o muchos
lagos que intercambiaban aguas.

Gracias a los lagos y especialmente al lago
de Chapala, límite occidental del Bajío Zamorano,
el clima de éste es templado. Nunca se tienen
aquí los calores de la Tierra Caliente ni los fríos

de la Sierra Volcánica, la temperatura es suave,
con pocas oscilaciones diarias y estacionales
.

Casi nunca hiela.

Los días de sol y transparencia superan en número
a los de nubes, viento y lluvias. Un promedio de
cincuenta días se nublan en el largo temporal
de sequía.


Sólo de junio a septiembre hay más días nublados
que soleados.

A comienzos del verano empieza la temporada
de lluvias, que dura cuatro meses y no es
abundante. Si la región se atuviera a los
chubascos veraniegos no tendría fama
de pantanosa.

La fama la conquistó gracias a los ríos
y depósitos de agua con que cuenta,
a ríos tan caudalosos como el Lerma y el Duero,

y a depósitos tan vastos como el de Chapala.

Al Bajío Zamorano vienen a confluir
aguas de muchas sierras
.

Por regla general el suelo de los valles de Zamora
es de tipo vertisol.

Los vertisoles son suelos de textura arcillosa y color negro.

Se hinchan con la humedad y se agrietan cuando están secos

En estas tierras destaca la montmorillonita
que en tiempo de lluvias se expande, cierra poros
y produce chicles.

En cambio, en el temporal seco se endurece
y se llena de grietas si no recibe el beneficio del riego.


En realidad, antes de la llegada del hombre,
el suelo del valle zamorano era cenagoso
y estaba cubierto de agua, tules y carrizos.
 

Únicamente en las laderas de los montes, de las filas de conos
Volcánicos, había en abundancia arbustos como el mezquite,
cactus como el nopal y multitud de yerbas. En la punta de los cerros
lucían encinos vigorosos.

No podía ser mayor el contraste entre la flora y la fauna
de las cumbres de Pajacuarán, la Beata, Guaracha,
San Francisco, la sierra de Purépero y otras eminencias
con el del fondo de valles pantanosos y yerbas de poca utilidad.

En tiempos en la técnica era deficiente,
los valles de Zamora se veían casi siempre inundados,
sin más vegetación que la típica de las ciénegas,
repletos de roedores, con nubes de insectos insufribles
con los gérmenes de muchas enfermedades,
muy lejos aún de estar cubierta de trigales, maíz,
sorgo, cebolla, papa, jitomate y fresa.

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